A veces la mente nos lleva a momentos de nuestra vida donde en otro tiempo fuimos menos dichosos. La dicha no es otra cosa que el estado de ánimo positivo en el que nos encontramos, no sólo lo entiendo yo a nivel emocional sino también en otros niveles.
Durante otras etapas de nuestra reciente historia, todo ha parecido ir suficientemente bien para todos, sin embargo hoy somos conscientes del engaño en el que hemos vivido y del fraude social en el que estamos. Es por eso por lo que ahora se me antoja como un momento más dichoso, porque aún siendo nuestra situación económica más pesarosa que un lustro antes, estamos al borde de hacernos adultos en lo que se refiere al nivel de relación social entre los españoles.
Han pasado muchos años desde que por primera vez pudimos votar, entonces creímos que eso era Democracia, cuando únicamente era algo novedoso, por primera vez nos pedían opinión respecto de quienes queríamos que nos gobernasen y nosotros, con la inconsciencia que da la niñez, la niñez política, creímos firmemente que quienes nos iban a gobernar lo iban a hacer desde un planteamiento ya avisado tan sólo con sus siglas; sin embargo la realidad poco a poco fue dándonos a entender que no iba a ser así, que los intereses personales de los que más arriba se encontraban se iban a contradecir con lo que supuestamente nos habían contado de cuál iba a ser su hoja de ruta.
Poco más tarde sería el segundo partido en el gobierno el que nos haría entender que del dicho al hecho va mucho trecho, pero aún éramos jóvenes, aún estábamos en la fase anterior a la pubertad, estábamos en esa época en la que si nos dejan llegar algo más tarde a casa o nos dejan dar voces, creemos que somos libres, cuando no es así, eso lo sabemos ahora. El PSOE siempre nos dió a entender que lo de la entrada en la OTAN jamás se produciría estando ellos en el poder y lo cierto fue que lo que hizo fue pedirnos el voto, todo a cambio de poder chillar, beber y música, mucha música, cuanto más de berrido mejor, más libertad parecía que había.
Después un buen día amanecimos con la noticia de que el partido del Gobierno estaba financiándose con dinero público, el escándalo fue mayúsculo y no bastaron aquel AVE a Sevilla ni las Olimpiadas en Barcelona para contentar a un pueblo que ya había alcanzado la pubertad hacía algo de tiempo, que lo que buscaba ya era trabajo para poder formar una familia y hacerse mayor; entonces sin contemplaciones dejaron de lado a aquel partido político para votar al otro, al que hasta entonces nos había parecido más retrógrado, menos de dar libertad, más de controlar la situación, y como corresponde al dicho, cuando nos hacemos mayores nos convertimos en gente de derechas, lo que supuso un espaldarazo a la "izquierda del PSOE" en favor de la "derecha del PP", y llegaron los días de crecimiento económico, los días en los que hacer autovías, aeropuertos, hospitales, viviendas, naves, era y estaba a la orden del día; la gente estaba contenta, al menos la mayoría. Se perdieron libertades, pero logramos entrar en una Europa que marcaba el sentir de las personas como estar a la altura de la cúspide mundial, entramos en el €.
Hasta que un día llegó un tren que convirtió la excusa de los atentados de ETA en algo mucho más fuerte aún y el pueblo, la gente, no aceptó ni consintió que se jugase con la vida de las personas, más bien con la muerte de los inocentes, y ahí volvimos a dar nuestro poder, sí, nuestro poder, a un Gobierno de "izquierdas", pero no era un nuevo Gobierno de izquierdas, era el mismo que hacía 8 años habíamos castigado por habernos engañado y haberse financiado con dinero público, eso fue lo que duró el castigo, 8 años.
Entonces llegó un tipo soso, sin tirón, con un asombroso parecido con un cómico inglés que siempre hace de tipo que no se entera de nada y con la inercia que el país estaba teniendo se encontró con un filón que duró sólo lo que tenía que durar, sin percibir que todo aquello no era más que el fruto de la avaricia, como el que llega a un casino y se encuentra con que la suerte está de su parte, pero no por mucho tiempo. Poco después comenzó a caérsele el tinglado del que él no era responsable más que en el aspecto de no haber entendido que su deber como Gobierno de Izquierdas era haber puesto fin a aquel desaguisado de construir porque sí, de no controlar el gasto público y de presumir con la fanfarronería que da la ignorancia de estar entre los países de mayor crecimiento económico del planeta. Cuando empezó a caerse el tinglado no supieron estar a la altura, no creyeron que fuese a ser lo que está siendo y pensaban que bastaba con que el compromiso adquirido con nuestros socios Europeos bastaría para que la caída tuviera un colchón que no nos hiciese daño, pero... no ha sido así, más bien cada vez que nos han dejado un paracaídas o un colchón nos ha costado carísimo, en ningún caso nos ofrecieron un seguro de y para ignorantes, no ha existido tal seguro y el engaño, el timo, ha sido perfecto. Durante tres largos años estuvieron mintiéndonos o quizá sin ser conscientes de lo que se venía encima, lo que no sé qué es peor.
Obviamente a la primera oportunidad que se presentó el partido que estaba en la oposición, el otro, porque los demás no cuentan ni han contado ni siquiera para hacer una verdadera oposición, aprovechó para promover su gobierno con los supuestos éxitos del pasado, éxitos que nos llevaron sin duda a este fracaso, puesto que fue entonces cuando se apostó por un tipo de economía basada en la comercialización de productos que no podían ser exportados, basada en el yo te dejo y luego tu me devuelves y así tenemos los dos, pero que llevó a este desastre tan increíble. Nos prometieron que no restarían libertades, que harían que el autónomo y pequeño empresario fueran la verdadera fuerza a nivel económico del país, que nuestra autonomía y soberanía estaban por encima de todo y el país les votó mayoritariamente. Con esa mayoría abrumadora tenían la llave para hacer lo que quisieran con la política de nuestro país, sin embargo muy al contrario lo que hicieron fue justo lo contrario de lo que habían ofrecido. Empezaron recortando todo tipo de libertades, incrementando los impuestos hasta niveles antes no conocidos, vendiendo nuestra soberanía a nuestros socios y lo peor de todo haciendo perder la ilusión y esperanza a los habitantes de este país.
España se convulsionó y comenzó a movilizarse, poco a poco, con cierta apatía por parte de la mayoría, con la convicción de que cualquier otro partido político haría lo mismo que habían hecho los anteriores y entonces surgió una nueva idea, la de cambiar el sistema político, el sistema democrático por el que estábamos gobernados hacia un sistema más democrático, más participativo, pero resultó que el problema no sólo lo teníamos los españoles, el problema era un asunto global, donde la mayor parte de países tenían problemas similares, con la única excepción de que aquí el problema no sólo era de tipo crisis económica donde la gente experimenta una disminución en su poder adquisitivo, aquí el problema era además que el volumen de personas sin trabajo, sin ingresos, era desmesurado y la situación empezaba a ser dramática para muchas familias, de modo que la tristeza, la apatía que da el no tener ocupación y mucho menos esperanza de que pudiera surgir alguna ocupación, hizo que la gente se sintiera deprimida y sin ánimo para moverse, lo que aprovechó aún más el partido del gobierno para hacer cada vez más presión en los damnificados por la crisis, que a la postre unos en más medida que otros pero todos estábamos incursos en esa situación.
Los comentarios de corrupción aparecían cada vez con más frecuencia y con más fuerza en los medios de comunicación, la evidencia de que la política corrompía a algunas personas que supuestamente entraron en ese mundo movidos por ideologías, por el ánimo de cambiar las cosas a mejor, terminaban cambiando aquel sentimiento por el de defender una idea de partido como si lo más importante fuese únicamente el ganar unas elecciones, con la excusa de que ésto sería lo que posteriormente daría pie a cambiar las cosas a mejor, pero no es así.
Cuando quisimos darnos cuenta estábamos ya tan metidos en la ciénaga que ni siquiera hacíamos por salir de ella, nos habíamos dado por vencido; unos estaban metidos hasta las rodillas, otros hasta los tobillos, otros hasta la cintura, muchos hasta el cuello y algunos ya estaban dando bocanadas a lo último que les quedaba, pero había aún algunos que sólo estaban cerca de la ciénaga, la veían desde su posición de privilegio de conservar su trabajo, su patrimonio, incluso les iba mejor que antes de este fracaso porque el reparto de la riqueza que se generaba se repartía entre muchos menos.
Fue entonces cuando hubo que gritar desde la ciénaga que nos ayudasen, que no debían ni podían dejarnos hundir más y todos esperamos que con nuestro griterio, nuestra petición de auxilio fuese atendida y poco a poco fuésemos saliendo de la ciénaga.
Muchas personas cuando están al borde del ahogo inminente se agarran a cualquier cosa para no fenecer, algunos son capaces de saltar por encima de los otros, los que están también en la ciénaga aún a sabiendas que hundirán a éstos, pero es que en la ciénaga hay un dicho: Tengo que salvarme sea como sea, y envuelto en el significado de ese dicho no hay salvedad alguna, ni un sólo resquicio para la honestidad o para la solidaridad, sino más bien para lo contrario y es ésto lo que hay que cambiar.
Durante siglos nuestro modo de vida y de entender la vida, motivado por la enseñanza de una religión que más que prepararnos para el más allá nos ha organizado el más acá, ha destronado por completo el sentido común humano, incentivado e incrementado todo aquello que contradictoriamente querían evitar, volviendo a las personas egoístas y avariciosos y con el más mínimo ánimo de compartir, que en el fondo es lo que subyacía en cualquier sociedad primitiva.
Pero no se trata ahora de hacer un estudio filosófico ni antropológico de lo que ha sido la evolución del ser humano, sino de creer que ese camino tan convulso está dando a su fin para empezar ahora a dar signos de lo que verdaderamente debería ser el convivir de las personas, las normas por las que regirnos, y éstas en ningún caso pueden dejar desamparadas a las personas, ni premiar e incrementar los patrimonios pasajeros de los que más tienen.
Ha llegado el momento en el que debemos compartir, lo bueno y lo malo, debemos de hacer justicia, poniendo todo en la balanza, dejando que el mayor esfuerzo obtenga la mayor recompensa, obligando a que todos formen parte del trabajo y del esfuerzo.
Al igual que en una comunidad de vecinos nadie consentiría que la gente no colaborase así debemos hacer a grandes niveles de la sociedad, educando a las personas en la convivencia con los demás y dejando lo que son los pensamientos e ideologías para adentro de tu vida y tu casa.
El último esfuerzo que nos pide la sensatez es hacer lo que estamos haciendo, ser conscientes de la desigualdad, mantener la paz por encima de todo y no ceder de ningún modo a que la desigualdad aumente, sino más bien al contrario hacer entre todos lo posible porque se igualen los derechos, deberes y libertades, sin que éstas puedan tener relación alguna con el dinero, que no debe ser más que un modo de disfrutar de algunas cosas innecesarias para la presunción y la distinción del que le cueste más evolucionar o sienta la necesidad de ser distinto por fuera y no por dentro, algo para lo que el dinero poco ha de poder.
Obviamente a la primera oportunidad que se presentó el partido que estaba en la oposición, el otro, porque los demás no cuentan ni han contado ni siquiera para hacer una verdadera oposición, aprovechó para promover su gobierno con los supuestos éxitos del pasado, éxitos que nos llevaron sin duda a este fracaso, puesto que fue entonces cuando se apostó por un tipo de economía basada en la comercialización de productos que no podían ser exportados, basada en el yo te dejo y luego tu me devuelves y así tenemos los dos, pero que llevó a este desastre tan increíble. Nos prometieron que no restarían libertades, que harían que el autónomo y pequeño empresario fueran la verdadera fuerza a nivel económico del país, que nuestra autonomía y soberanía estaban por encima de todo y el país les votó mayoritariamente. Con esa mayoría abrumadora tenían la llave para hacer lo que quisieran con la política de nuestro país, sin embargo muy al contrario lo que hicieron fue justo lo contrario de lo que habían ofrecido. Empezaron recortando todo tipo de libertades, incrementando los impuestos hasta niveles antes no conocidos, vendiendo nuestra soberanía a nuestros socios y lo peor de todo haciendo perder la ilusión y esperanza a los habitantes de este país.
España se convulsionó y comenzó a movilizarse, poco a poco, con cierta apatía por parte de la mayoría, con la convicción de que cualquier otro partido político haría lo mismo que habían hecho los anteriores y entonces surgió una nueva idea, la de cambiar el sistema político, el sistema democrático por el que estábamos gobernados hacia un sistema más democrático, más participativo, pero resultó que el problema no sólo lo teníamos los españoles, el problema era un asunto global, donde la mayor parte de países tenían problemas similares, con la única excepción de que aquí el problema no sólo era de tipo crisis económica donde la gente experimenta una disminución en su poder adquisitivo, aquí el problema era además que el volumen de personas sin trabajo, sin ingresos, era desmesurado y la situación empezaba a ser dramática para muchas familias, de modo que la tristeza, la apatía que da el no tener ocupación y mucho menos esperanza de que pudiera surgir alguna ocupación, hizo que la gente se sintiera deprimida y sin ánimo para moverse, lo que aprovechó aún más el partido del gobierno para hacer cada vez más presión en los damnificados por la crisis, que a la postre unos en más medida que otros pero todos estábamos incursos en esa situación.
Los comentarios de corrupción aparecían cada vez con más frecuencia y con más fuerza en los medios de comunicación, la evidencia de que la política corrompía a algunas personas que supuestamente entraron en ese mundo movidos por ideologías, por el ánimo de cambiar las cosas a mejor, terminaban cambiando aquel sentimiento por el de defender una idea de partido como si lo más importante fuese únicamente el ganar unas elecciones, con la excusa de que ésto sería lo que posteriormente daría pie a cambiar las cosas a mejor, pero no es así.
Cuando quisimos darnos cuenta estábamos ya tan metidos en la ciénaga que ni siquiera hacíamos por salir de ella, nos habíamos dado por vencido; unos estaban metidos hasta las rodillas, otros hasta los tobillos, otros hasta la cintura, muchos hasta el cuello y algunos ya estaban dando bocanadas a lo último que les quedaba, pero había aún algunos que sólo estaban cerca de la ciénaga, la veían desde su posición de privilegio de conservar su trabajo, su patrimonio, incluso les iba mejor que antes de este fracaso porque el reparto de la riqueza que se generaba se repartía entre muchos menos.
Fue entonces cuando hubo que gritar desde la ciénaga que nos ayudasen, que no debían ni podían dejarnos hundir más y todos esperamos que con nuestro griterio, nuestra petición de auxilio fuese atendida y poco a poco fuésemos saliendo de la ciénaga.
Muchas personas cuando están al borde del ahogo inminente se agarran a cualquier cosa para no fenecer, algunos son capaces de saltar por encima de los otros, los que están también en la ciénaga aún a sabiendas que hundirán a éstos, pero es que en la ciénaga hay un dicho: Tengo que salvarme sea como sea, y envuelto en el significado de ese dicho no hay salvedad alguna, ni un sólo resquicio para la honestidad o para la solidaridad, sino más bien para lo contrario y es ésto lo que hay que cambiar.
Durante siglos nuestro modo de vida y de entender la vida, motivado por la enseñanza de una religión que más que prepararnos para el más allá nos ha organizado el más acá, ha destronado por completo el sentido común humano, incentivado e incrementado todo aquello que contradictoriamente querían evitar, volviendo a las personas egoístas y avariciosos y con el más mínimo ánimo de compartir, que en el fondo es lo que subyacía en cualquier sociedad primitiva.
Pero no se trata ahora de hacer un estudio filosófico ni antropológico de lo que ha sido la evolución del ser humano, sino de creer que ese camino tan convulso está dando a su fin para empezar ahora a dar signos de lo que verdaderamente debería ser el convivir de las personas, las normas por las que regirnos, y éstas en ningún caso pueden dejar desamparadas a las personas, ni premiar e incrementar los patrimonios pasajeros de los que más tienen.
Ha llegado el momento en el que debemos compartir, lo bueno y lo malo, debemos de hacer justicia, poniendo todo en la balanza, dejando que el mayor esfuerzo obtenga la mayor recompensa, obligando a que todos formen parte del trabajo y del esfuerzo.
Al igual que en una comunidad de vecinos nadie consentiría que la gente no colaborase así debemos hacer a grandes niveles de la sociedad, educando a las personas en la convivencia con los demás y dejando lo que son los pensamientos e ideologías para adentro de tu vida y tu casa.
El último esfuerzo que nos pide la sensatez es hacer lo que estamos haciendo, ser conscientes de la desigualdad, mantener la paz por encima de todo y no ceder de ningún modo a que la desigualdad aumente, sino más bien al contrario hacer entre todos lo posible porque se igualen los derechos, deberes y libertades, sin que éstas puedan tener relación alguna con el dinero, que no debe ser más que un modo de disfrutar de algunas cosas innecesarias para la presunción y la distinción del que le cueste más evolucionar o sienta la necesidad de ser distinto por fuera y no por dentro, algo para lo que el dinero poco ha de poder.