Escrito en Noviembre de 1993, subido a un blog por primera vez en Febrero de 2007 y dejado aquí de nuevo hoy. Me doy cuenta de lo poco que he cambiado y de lo poco que han cambiado las cosas, todo sigue igual aunque muchísimo peor. ¿Para cuándo habrá un cambio?
Si ha pensado por un momento que esto que deseo contarle tiene algo que ver con los intereses bancarios, no haga conjeturas de ese tipo hasta finalizar la lectura.
Todos nos vemos acosados, incluso a veces, actuamos como acosadores de personas que, por una u otra circunstancia, se ven en tesituras no deseadas, siendo víctimas del “cotilla oportunista” que desea a toda costa enterarse de cómo, cuándo y por qué, nos encontramos bajos de moral. Y es precisamente en esos momentos, cuando nos percatamos de lo interesados que llegamos a ser; pero ¿en beneficio de qué o de quién?, ¿cuál es la razón por la que nos interesamos por los problemas de los demás?, si ni siquiera albergamos la idea de hacerlo por ayudar y sí por conocer los éxitos o infortunios de quien nos “preocupa”.
Haga usted memoria, y exceptuando con sus hijos, mejores amigos y pocas personas más -si es usted de los de la mayoría- ¿cuándo se ha interesado por alguien, con un interés práctico?, es decir, cuándo ha preguntado: ¿qué tal, has encontrado ya trabajo? o ¿estás mejor de tu enfermedad?, con la sana intención y por supuesto sincera, de hacerlo para ayudar en lo posible.
Desgraciadamente son muy pocas las personas que no tienen la costumbre de preguntar e interesarse por los demás sólo por el hecho de cumplir.
Cumplir es simplemente un hábito, una costumbre o tradición heredada, que generalmente se lleva a cabo de forma automática, sin que realmente exista un sincero afecto o interés práctico; de tal forma que el cuestionado se siente en ese momento totalmente desdichado e indefenso ante una pregunta, que no sólo no desea responder, sino que hubiera deseado que no se la hubieran hecho, no siendo con el sincero interés práctico de ofrecer ayuda.
Cumplir, es también gesticular de una forma determinada y evocar onomatopeyas de sobra conocidas, que en cada región, zona o idioma tienen un concreto y distinto significado que sus usuarios conocen a la perfección.
De ahora en adelante, pregúntese antes de preguntar si realmente la persona a la que dirige su pregunta desea o no que le pregunten. Y recuerde: el mejor momento para hacer una pregunta es cuando le ofrecen una respuesta.
¡Ah!, no se olvide de esas visitas inoportunas a enfermos, recién paridas, personas que acaban de perder a un ser querido y que cuando salen a la calle, cuando están tranquilamente en sus casas, cuando comienzan a comprender y asumir que la vida continua y que deben rehacer su vida en lo posible, no pueden hacerlo, porque no dejan de recordárselo a cada momento, bien por teléfono o siendo visitados para cumplir con los pésames de rigor, que tantas llantinas provocan.
En cualquier caso, no es mi deseo que usted se tome a mal esta sana crítica, porque usted como yo, es o ha sido alguna vez víctima o verdugo.
Todos nos vemos acosados, incluso a veces, actuamos como acosadores de personas que, por una u otra circunstancia, se ven en tesituras no deseadas, siendo víctimas del “cotilla oportunista” que desea a toda costa enterarse de cómo, cuándo y por qué, nos encontramos bajos de moral. Y es precisamente en esos momentos, cuando nos percatamos de lo interesados que llegamos a ser; pero ¿en beneficio de qué o de quién?, ¿cuál es la razón por la que nos interesamos por los problemas de los demás?, si ni siquiera albergamos la idea de hacerlo por ayudar y sí por conocer los éxitos o infortunios de quien nos “preocupa”.
Haga usted memoria, y exceptuando con sus hijos, mejores amigos y pocas personas más -si es usted de los de la mayoría- ¿cuándo se ha interesado por alguien, con un interés práctico?, es decir, cuándo ha preguntado: ¿qué tal, has encontrado ya trabajo? o ¿estás mejor de tu enfermedad?, con la sana intención y por supuesto sincera, de hacerlo para ayudar en lo posible.
Desgraciadamente son muy pocas las personas que no tienen la costumbre de preguntar e interesarse por los demás sólo por el hecho de cumplir.
Cumplir es simplemente un hábito, una costumbre o tradición heredada, que generalmente se lleva a cabo de forma automática, sin que realmente exista un sincero afecto o interés práctico; de tal forma que el cuestionado se siente en ese momento totalmente desdichado e indefenso ante una pregunta, que no sólo no desea responder, sino que hubiera deseado que no se la hubieran hecho, no siendo con el sincero interés práctico de ofrecer ayuda.
Cumplir, es también gesticular de una forma determinada y evocar onomatopeyas de sobra conocidas, que en cada región, zona o idioma tienen un concreto y distinto significado que sus usuarios conocen a la perfección.
De ahora en adelante, pregúntese antes de preguntar si realmente la persona a la que dirige su pregunta desea o no que le pregunten. Y recuerde: el mejor momento para hacer una pregunta es cuando le ofrecen una respuesta.
¡Ah!, no se olvide de esas visitas inoportunas a enfermos, recién paridas, personas que acaban de perder a un ser querido y que cuando salen a la calle, cuando están tranquilamente en sus casas, cuando comienzan a comprender y asumir que la vida continua y que deben rehacer su vida en lo posible, no pueden hacerlo, porque no dejan de recordárselo a cada momento, bien por teléfono o siendo visitados para cumplir con los pésames de rigor, que tantas llantinas provocan.
En cualquier caso, no es mi deseo que usted se tome a mal esta sana crítica, porque usted como yo, es o ha sido alguna vez víctima o verdugo.
Siempre es necesario recordar esos momentos en los que por haber tenido algún problema, más o menos grave, nos ha causado un cierto pudor, -o quizá pavor- salir a la calle y encontrar a conocidos que nos recuerdan a cada momento que somos humanos, y como tales, en ocasiones tenemos sufrimientos que padecer, ya que las penas, también forman parte de la vida.