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sábado, 26 de diciembre de 2015




Pasados unos días de las elecciones tan esperadas, hemos comprobado como el Parlamento ha quedado fragmentado de modo diferente a como lo había estado hasta hace cuatro años.

Los partidos tradicionales, lo que se ha dado en llamar bipartidismo, ha sufrido una debacle sin precedentes en nuestra actual Democracia; desde el año 1978 habían ido alternándose ambos partidos y habían suplido sus faltas de mayoría con acuerdos con los otros dos grandes partidos nacionalistas, el PNV y CIU, sin embargo incluso estos dos últimos han sufrido seriamente el paso del tiempo y hoy estamos en otro momento diferente de la historia, con nuevos actores y nuevo guión, aunque ciertamente el género es el mismo y muy probablemente los jóvenes que ahora se hacen cargo de las responsabilidades de partido también se convertirán en profesionales de la política a los que tendremos motivos sobrados para criticar dentro de no mucho tiempo.

Tenemos por delante unos días para que se lleguen a acuerdos puntuales para que el Gobierno pueda ser formado; hay líneas rojas que todos han puesto para negociar, sin embargo todos tendrán que de un modo u otro ceder o negociar para poder formar un Gobierno.

En el fondo casi todos tienen los mismos intereses, sin embargo no tienen los mismos colores, y uno de los problemas que subyace es precisamente éste, que se nos educa para defender unos colores, sean estos de equipos deportivos, políticos, territoriales, etc., como si lo nuestro fuese mejor que lo ajeno y sin tener el mínimo interés por conocer lo ajeno a ver si por si alguna casualidad nos gustase más que lo nuestro.

En definitiva son pocas las personas que se atreven a ser ellos mismos, a juzgar todo lo que se les presenta en la vida partiendo de una idea en blanco, no influenciada. Esto es debido a que el ser humano es gregario, necesita del apoyo de los demás hasta para tener criterio, de modo que los más astutos se aprovechan de un modo poco inteligente para influenciar en éstos, ya sea incrementando el tono de su discurso o apelando a las carencias o problemas de algunos y no al beneficio real de la mayoría.

Yo me inclino a pensar que nada de todo esto va a cambiar sustancialmente, que al final los corderos seguirán siendo corderos, seguirán en el rebaño y serán comidos por los lobos, aunque éstos ahora se vistan de modo diferente; a mí personalmente no me seduce más si me come un lobo con corbata o sin ella, lo que me jode es que me coman.


Que el próximo año os traiga un periodo diferente del que yo presumo nos va a traer.

Suerte a todos