Hace doce días que no escribo nada en este blog, como si se tratase de una premonición o quizá barruntando que hoy ocurriría algo que me molestaría bastante.
Esta mañana había manifestaciones dispersas por todo el territorio nacional, supuestamente en cada ciudad había convocada una manifestación para protestar contra la banca y el derroche de la corrupción, aunque no era éste el verdadero mensaje, pero en el fondo sí lo que subyacía; yo he convocado a mi familia en asamblea y les he preguntado: ¿Os apetece que vayamos a la manifestación, es pacífica, no habrá gritos, ni alborotos de ningún tipo, es algo más de tipo social y familiar? y mi mujer y mi hija me han dicho que sí, que fuésemos.
Sorprendentemente y aún habiendo mucha gente que había dicho que sí que iría, no estábamos más de 15 personas, en una ciudad con cerca de 100 mil habitantes, con un paro que supera el 30%, que es real y evidente, en una situación como la actual, siendo domingo, haciendo buen tiempo, en fin, penoso por completo.
Mi gran decepción es el hecho de que la Iglesia lleva 1700 años engañando a la ciudadanía, tergiversando el mensaje que supuestamente defienden, y sin embargo, hoy, se podrían haber multiplicado por 1000 las personas que sí han asistido a las manifestaciones de tipo religioso (misas).
No sé qué más puedo decir, sino que estoy profundamente decepcionado de mis compatriotas, de la gente con la que convivo, de las personas que aún no habiéndome hecho nada son cómplices y víctimas de lo que nos está ocurriendo, de lo que me está ocurriendo.
Es decepcionante verse rodeado de toda esta prole, de todo este rebaño de personas que no han ganado lo que tienen porque jamás han luchado por ello, ni siquiera defienden lo que tenían y están perdiendo y sé que no es un error mío ni una mala percepción, es simplemente una realidad que muchos no pueden ver, por estar ciegos.
Así que hoy digo que estoy harto de tener ciegos a mí lado, que no soy culpable de la necedad ni de la imbecilidad (sin ánimo de ofender) que me rodea, y que me siento defraudado de mis vecinos en general, para vivir rodeado de gente que jamás luchará por su bienestar no sé hasta qué punto merece la pena vivir en este lugar.
Están convenciéndome con su pasividad de que si un día fuésemos invadidos por un país ajeno, esto no se parecería en nada a lo que fue la guerra de la independencia, no pareciese que llevásemos los genes de aquellos antecesores, de modo que me siento triste, incluso diría que avergonzado.
No tengo más qué decir, porque ya no sé qué más se puede decir.
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