Que es evidente que nos aproximamos a un cambio político no es una noticia que nos sorprenda, todos estamos escandalizados por los numerosos casos de corrupción que ha habido y que no nos habíamos enterado o que quizá no habíamos querido percibir.
Sin embargo a nadie escapa que durante muchos años íbamos al Taller y en ocasiones nos preguntaban si queríamos la factura con o sin I.V.A., si teníamos una Empresa el cliente nos exigía que la factura fuese sin I.V.A., si nos venían ha vender en muchas ocasiones nos ofrecían la posibilidad de vendernos sin I.V.A., las Empresas en muchas ocasiones pagaban comisiones u otras mejoras de sueldos en negro, cuando comprábamos una casa nos avisaban de que determinada cantidad tenía que ir en negro... y así ha estado ocurriendo durante muchísimos años con todo y en todo el territorio nacional.
Ahora, unos años más tarde y después de todo lo que ha venido sucediendo, acontecimiento detrás de acontecimiento, nos vemos sorprendidos por todo lo que ha ocurrido, y es que aquí ha robado todo el mundo, cada quien en su medida, en las posibilidades que tenía, ahora tenemos una cuestión antigua que resolver, un problema que nos afecta a todos y que tenemos que resolver entre todos.
Al igual que cada uno de nosotros, al menos la inmensa mayoría y quizá todos en ocasiones concretas y por motivos diferentes, hemos robado a la Hacienda Pública, al Estado, es decir a todos, y tal y como ocurrió durante años, tiene que subsanarse entre todos, cada uno en la medida misma en la que actuó durante todo aquel período. Lo cierto es que ahora todos los que no tuvieron oportunidad de robar a Hacienda durante todos estos años en la magnitud que sí lo hicieron otros están descapitalizados, mientras que aquellos que sí pudieron robar cantidades escandalosas siguen teniendo hoy un medio y una forma de vida, como poco.
¿Pero hasta cuándo y cómo? Nuestra realidad es que los que ya no tienen no tienen, vaya que no hay por dónde cogerles, únicamente podemos meterles en la cárcel porque por lo demás no les queda mucho que perder, es decir, les queda todo por ganar. De modo que se hace imprescindible un cambio político, donde los políticos que no supieron estar alertas ni ordenar la convivencia tal y como se comprometieron a través de nuestro voto, queden fuera para siempre del mundo de la política, y donde los partidos políticos, todos, que no supieron estar a la altura de lo que se les debería haber exigido, tengan un verdadero cambio hacia un sistema en el que los ciudadanos puedan participar de sus acciones.
En cualquier caso lo que no podemos permitirnos como País es que surjan movimientos que persiguen la revancha o que deseen desahogarse mediante actos violentos de cualquier índole. Toca ahora ser inteligentes y ver de qué modo puede esto resolverse sin que la convivencia quede aún más deteriorada de lo que ya está. Por eso, y aunque sean evidentes determinadas cuestiones, hay que abordarlas con sentido práctico, con sentido común.
Es evidente que la Monarquía es algo anacrónico y sin sentido, sin embargo está ahí y luchar contra ella es algo que quizá no convenga, al menos ahora mismo.
Es evidente que los Partidos Políticos tal y como han funcionado merecen nuestra desaprobación, merecen ser fulminados, pero de qué modo podemos suplirlos sin que afecte negativamente al funcionamiento del País, de las personas, de los más desfavorecidos. ¿No será mejor exigirles que de ahora en adelante cumplan con lo que nuestro voto pretendía?. Tampoco tenemos porqué olvidarnos de todo lo que está sucediendo, pero no es el momento ahora de hacer grandes cambios.
Lo primero que tendríamos que hacer es JUSTICIA, y que todos aquellos que han robado tan descaradamente y cantidades tan indecentes vayan donde tengan que ir y paguen o devuelvan todo lo que hayan robado.
Después, más bien simultáneamente, tendríamos que ver cuáles son las necesidades reales de los más desfavorecidos, los que ya nada tienen que perder, porque éstos son tan acreedores del bienestar que pueda proporcionar el Estado como cualquier otro, y habrá que dotarles de vivienda, de trabajo, de un modo digno de vida, y esto tendremos que pagarlo entre todos. Lo que es obvio es que será más rentable que dejarles abandonados a su suerte.
Habrá sin duda que regular el modo de trabajo y los abusos de los Bancos y Entidades Financieras, también la de los que controlan la energía, ya sean derivados del petróleo, de eléctricas, eólicas o cualquier otra, también el agua, también las recogidas de basura y alguna otra que es imprescindible que esté controlada por el Estado.
Quizá sería sensato incluir en éstas a las compañías de telefonía e internet, puesto que se ha puesto de manifiesto que hoy, en el siglo XXI son también algo necesario, sobre todo porque bien utilizadas han demostrado su valor; además, seamos honestos y sensatos, si para cualquier cosa hoy día nos piden un número de teléfono móvil o una cuenta de internet, pues esto ya se hace imprescindible.
Y a partir de aquí es ir moviéndonos todos, sin que a nadie se le ocurra reventar el sistema, porque lo que estamos y debemos hacer no es reventarlo, sino ir cambiándolo poco a poco, hacerlo más acorde al momento de la historia que vivimos.
Un cambio drástico es complejo y prolijo, además de traer consecuencias para las que quizá no estemos preparados.
Seamos inteligentes y sobre todo prácticos, estamos en un momento importante de la historia y quizá por primera vez seamos capaces de hacer los cambios imprescindibles de modo pacífico y rentable para todos.